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Por Walter Celina - 16 de Abril 2016
TIRÓN DE OREJAS AL MAESTRO


Quienes hemos tenido el privilegio de asistir a bastante más de medio siglo del proceso político uruguayo y, además, de conocer bien a muchísimos de sus actores -resultara ello por afinidades o discrepancias-, adquirimos una facilidad cierta: la de poder opinar sobre ellos. En particular, sobre sus acciones de gobierno.
La Comisión de Seguridad Social de Diputados recibió al ministro de esta cartera, el maestro Ernesto Murro. La cuestión central estribaba en la situación de los denominados “trabajadores cincuentones” quienes, afiliados a una AFAF, acceden a pasividades inferiores a las que rigen en el BPS.

Se puede recordar que Murro, luego de algunas andanzas previas, tras la reinstitucionalización democrática se afilió al Partido Comunista, del que luego se desuscribió. Esta circunstancia lo llevaría a que para obtener por segunda vez la butaca de los trabajadores en el BPS, tuviera que hacer verdaderas fintas a fin que el PIT-CNT lo recomendara ante el Poder Ejecutivo. Allí prevalecía, como orientación mayoritari,a la del PCU.

Con un llamado “equipo de representación” armó un aparato nacional, a cuyo costado se creó el por entonces agrupamiento protestatario conocido como ONAJPU.
De tal instrumentación vino a caer en manos de Murro la presidencia del BPS y, en varios de sus adlátares -hasta hoy, tercer gobierno del Frente Amplio-, una importante ristra de cargos.
Ahora Murro hace una especie de terceto con el Dr. Tabaré R. Vázquez y el empresario Juan A. Salgado, una sociedad simbolizada con el número “3”, con aliento a cofradía…
La “revolución” de la izquierda desnaturalizada muestra también qué senderos trilla.

Volvamos pues, a la comisión parlamentaria.
Aquí los diálogos se pusieron al rojo vivo. Fue cuando uno de los legisladores le endilgó al maestro secretario de estado que en las elecciones para representantes de jubilados y trabajadores en el directorio del Banco de Previsión, se hubiera volcado en apoyo de candidaturas amigas, ejerciendo la denostada “influencia directriz”.
En efecto, le fue imputado que había hecho correr e-mails, mensajes de texto vía celular y utilizado otros medios, a favor de las hojas de votación oficialistas o, más correctamente dicho, de las que presentaban candidatos de organizaciones proclives al gobierno.
La pobre respuesta del maestro Ernesto Murro fue que el senador más votado por el Partido Nacional había hecho campaña por las listas opositoras, que ofrecían postulantes de esa filiación.
Una cosa no justificaba la otra.

Dos verificaciones, para concluir.
Una, en las elecciones del BPS prevaleció no un criterio de independencia de clase, que no excluye el derecho personal de los candidatos a tener su preferencia por una corriente política. Lo malo, lo que no es deseable, es que primaran criterios de partidización. La masa de trabajadores -de activos y pasivos- contiene todos los colores y tendencias. A todas cabe respetar y, es el interés de todos, el que hay que salvaguadar con representaciones gremiales, no políticas. Pluralidad democrática. No sectarismo.

Obviamente, el ministro maestro, a título personal, tuvo y tiene todo el derecho de enviarle besos y abrazos al Sr. Sixto Amaro (ONAJPU), como al Sr. Ramón Ruíz (PIT-CNT).
Lo que no puede y no debe hacer un gobernante republicano, por elementales razones éticas, es intentar torcer el fiel de la balanza en una disputa en la que la administración no tiene arte ni parte.
Tanto más rechina la ingerencia pues, el área con la cual coordina el BPS es con la secretaría de estado, cuyo titular mete la nariz. El Poder Ejecutivo tiene ya bastante con la delegación que lo representa en el organismo público.

También, cae de su peso, que los investidos socialmente no deben resultar títeres coloreados, ni palanqueados desde arriba. Inexcusable cualquier intromisión oficial.
¡Tirón de orejas al maestro Murro!